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8M: Huelga Feminista en el día Internacional de la Mujer

Y guste o no, fue histórica.

A todo esto, dando margen a que pueda gustar siendo muy generoso. Porque si de algo me di cuenta es de la cantidad de comentarios bárbaros que se hicieron al respecto. Hombres, especialmente, que parecían de lo más normal, haciendo comentarios típicos y realmente decepcionantes. En una jornada donde ellas lo dieron todo y ellos nada.

Estaba emocionadísimo y pensaba: “AL FIN” y por otra parte, observando lo que se llegaba a decir a través de redes, pensaba: “Estamos igual”. Aunque algo cambió, el empoderamiento femenino fue masivo y las mujeres han visto, por fin, que no están solas.

Cuando los movimientos feministas organizaron el 8M, los sindicatos –como no- se sumaron a las protestas y ocurrió lo que era de esperar. Un ejemplo más de cómo las instituciones infestadas de masculinidad son capaces de robar, por paternalismo, las reivindicaciones de la mitad de la población. Bueno, protagonismo no es lo único que roban.

Los sindicatos, una especie de organismo proletario que defiende sus intereses jerárquicamente y con una cuestionable democracia interna, se podría definir con una especie de eslogan: “ni proletariado, ni patronal: igualdad” y fueron aquellos, los que -sin vergüenza y sin reírse- se dedicaron a protagonizar o a intentar protagonizar el feminismo con mucha seriedad institucional.

Huelga general de dos horas, a este paso derribarán el sistema capitalista. El Ibex 35 está temblando. Patético.

Y digo que es patético, porque lo interesante habría sido tener apoyo de los sindicatos, no protagonismo de los sindicatos. Podrían haberse posicionado, podrían haber creado un grupo de hombres que atendieran a las mujeres que reciban sanciones por no acudir al trabajo o a clase, tengan problemas derivados o puedan incluso ser despedidas. Es decir, que los sindicatos apoyaran a los movimientos feministas promocionando la participación de las mujeres del sindicato y de fuera de él, no participando como organismo (matizo: algunos lo hicieron)

En el día Internacional de la Mujer se organiza una huelga feminista. Hasta aquí bien ¿no? Porque parece que no se entendió y mira que es fácil de entender.

Ejercicio nº1: Huelga feminista en el día de la mujer ¿quién creéis que debería ser protagonista?

Nos hemos pasado días y días preguntándonos si los hombres podíamos ir y especialmente ofendiéndonos. Ya os lo digo yo: evidentemente que no.

Todo esto acompañado, como no podía ser de otra forma, de listas infinitas de lecciones sobre cómo organizar una huelga, porque de organizar huelgas generales de éxito los sindicatos saben mucho.

Hasta el punto, en que algunos movimientos cedieron y decidieron que habría grupos mixtos al final de las concentraciones para que el protagonismo fuera de las mujeres y los hombres dejaran de tocar los ovarios. Repito: día de la mujer y huelga feminista. Resuelve el ejercicio 1.

¿Sabéis qué generó confusión? Si teníamos que ir los hombres o si era una huelga general o solo de mujeres. En realidad, no había confusiones, estaba claro y quedó demostrado por parte de ellas.

Hombres acaparando el espacio no mixto, sindicatos protagonizando las marchas, concentraciones y piquetes informativos. Repito: día de la mujer y huelga feminista. De verdad que no entiendo qué es lo que no quedó claro desde un primer momento.

Y yo ya dije: se va a notar, pondrán el foco en ellos, ya veréis. TOMA. Así fue.

El centro del debate y el uso del “neutro” como “huelga de trabajadores” fue la manera más común de definir al movimiento feminista. Como un grupo de hombres que están mega cansaditos y súper híper preocupados del machismo y que saben tanto de él como de la regla. Así tal cual, salvo excepciones.

Porque los sindicatos, aquellos que luchan cada día por los derechos de los trabajadores, sufren mucho el hembrismo más totalitario, porque no les dejaban ir. Me pregunto si UGT permitiría que se manifestara Amancio Ortega por los derechos laborales. Y en este caso uso el masculino, porque literalmente pasan soberanamente de los derechos de las trabajadoras.

Mientras los hombres y los sindicatos hacíamos el ridículo de la manera más espantosa, las mujeres de todas las edades, de todos lugares, razas, credos e ideologías nos daban una lección. Y como alguien me hable de Inés Arrimadas o de cualquier mujer del PP, se tragará el libro de Petete, porque el único objetivo de insultarlas por no ser feministas es de catalogarlas como malas mujeres e indignas, sin mencionar ni una sola vez, que ellas son las primeras víctimas de sus propias palabras y que los hombres, al final, siempre estamos diciéndoles a las mujeres cómo ser y qué pensar. Porque no solo somos el problema, sino que encima exigimos a las mujeres que lo solucionen.

Una lección que ellas nos dieron fue llevando a la práctica la sororidad. Porque pase lo que pase son mujeres, hermanas, aliadas y se defenderán entre ellas y sobre sus intereses. Y sí, como clase también. Su jefe no es su único problema, la patronal no es su único problema, ni tan solo la economía per se, al igual, lo es también su marido. Que tal vez, sea un trabajador por cuenta ajena tan sumiso respecto a la patronal, como autoritario respecto a su mujer, al que le gusta mucho el bar, tener la cena preparada y a la parienta dispuesta.

Lo que deberíamos haber hecho los hombres es quedarnos en casa, viendo como ellas dominaban la calle por nuestra culpa, avergonzados por no tener los cojones de responsabilizarnos de nuestras tareas y calladitos, por una vez.

Incluso había algunos que estaban completamente desorientados, ya no sabían a quién exigir la cena, el desayuno o a acompañar a sus hijos e hijas al colegio. Descubrieron la cocina y por lo visto, allí es de donde sale mágicamente la comida preparada, pero oye, que hay que prepararla y para eso hay que ir a un exótico e inhóspito lugar llamado: “mercadona”.

Descubrieron la fregona y la escoba como se descubrió américa y se dieron cuenta de que la ropa no aparece mágicamente en el armario planchada y doblada. Sino que hay que meterla en la lavadora, programar lo que han denominado “terremoto de metal ”, tender la ropa, plancharla, doblarla y dejarla en su sitio. Y el lavavajillas es simplemente brujería.

Las siguen matando, las violan, las acosan, las mutilan y nosotros preguntando si podemos ir a una concentración sin plantearnos ni una sola vez el origen del problema, desentendiéndonos del propio, descartando nuestra complicidad aunque sea por omisión y sin hacer absolutamente nada más que llorar y acaparar, mientras las feministas nos mandaban a fregar, por primera vez, literalmente y con toda la razón.

Antoni Miralles Alemany

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Escrito por Toni Miralles

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